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En su época de mayor esplendor, Coixtlahuaca fue una ciudad inmensa, “enorme como jamás ha sido”, mucho más grande que Monte Albán en el Valle de Oaxaca, por lo tanto con mayor población, y con un impacto sin igual a nivel regional, que estableció un estilo de vida contrastante entre lo que se desarrolló como urbe (ciudad) y los múltiples componentes rurales que la soportaron y dependieron en muchos sentidos de ella. Sin embargo, no constituyó una ciudad central de toda la región Mixteca, dado que es bien conocida la existencia de otras ciudades (señoríos), como Teposcolula, Tilantongo en la Mixteca Alta, y Tututepec en la Costa. Esta distribución regional de las ciudades poderosas nos muestra que una de las características —y fortalezas— de los señoríos fue su autonomía económica y política, lo que los hace diferentes al modelo totalitario que ejerció Monte Albán, o Tenochtitlán en el altiplano central, en sus épocas. Aún más, refrenda que la gran importancia de Coixtlahuaca se basó en su liderazgo en la distribución de bienes, como uno de los centros prominentes para el dinámico comercio mesoamericano, siendo un tipo de mercado disperso que tuvo carácter “internacional”, en el que confluyeron bienes y materiales de diversas culturas, ciudades y otros territorios de la gran región montañosa del norte de Oaxaca.